Compasión

“De una manera u otra, cuando sentimos el sufrimiento y nos relacionamos con él con cariño en vez de con resistencia, despertamos el corazón de la compasión.” (Brach, 2013)

Cuando hablamos de compasión, nos referimos a un proceso motivacional cuya intención nos energiza y activa hacia el alivio del sufrimiento, ya sea de otras persona como también el nuestro. Una definición de compasión ampliamente difundida, es la que el Dalai Lama expresa como «sensibilidad hacia el sufrimiento del yo y de los otros junto con el compromiso profundo para tratar de aliviarlo» (Gilbert, 2015, p. 18). 

Como se refleja en estas palabras, la compasión es diferente de la lástima, de sentir pena/tristeza o la sensación de poder sobre otro que no tiene/puede lo mismo que yo, o al revés, que otras personas pueden y yo no. Además dista profundamente de la resignación, en la medida en que implica un compromiso genuino, se trata de un profundo sentido de valor por la vida. 

Desde esta misma perspectiva y en términos amplios, la compasión se entiende como “un sentido de preocupación y cuidado que surge cuando nos vemos enfrentados al sufrimiento de otros y nos sentimos motivados a paliar ese sufrimiento” (Jinpa, 2018, p. 9).

Al analizar estas definiciones, es posible observar al menos cuatro elementos constitutivos (Jinpa 2012), el primero es la capacidad de darse cuenta del sufrimiento, lo que suele llamarse empatía cognitiva, es decir logramos identificar que existe malestar. En segundo lugar, la capacidad de tomar contacto afectivo o resonar con el sufrimiento, lo que significa que podemos sensibilizarnos emocionalmente, abrir espacio a la emoción que conlleva el sufrimiento desde la amabilidad. Estos dos elementos se vinculan a la empatía,  sin embargo,  la compasión trasciende la empatía. 

 Al integrar la dimensión de la intención y la acción, la compasión se transforma en un proceso activo, su tercer componente es la intención genuina de aliviar o prevenir el sufrimiento, y el cuarto se refiere a tomar acción, decidir “hacer algo” o ponerse en movimiento. 

Desde esta perspectiva, la psicología de la compasión se entiende como un sistema motivacional, un proceso dinámico que fluye en diversas direcciones que interactúan entre sí:  entregar compasión a otras personas, recibir compasión  de otras personas y brindarnos compasión hacia nosotros mismos o autocompasión (Gilbert et al., 2017, en Bedregal, Lermanda y Brito-Pons, 2020). 

La  mejor noticia, es que es posible de entrenar. Podemos cultivar la compasión, un amor bondadoso y a la vez con coraje, que nos contiene para sobrellevar el sufrimiento propio y de los demás.  

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